martes, 8 de octubre de 2013

NOSTALGIAS DE LA PAMPA, CARLOS EDUARDO SAA.



CANÍCULA

Recuerdo las tardes en la pampa
Con el sol rabiando en el cielo
Sin nubes, vidrio azulado
Sobre nuestras cabezas nortinas.
El lago engañador tendía un horizonte
Temblando en la distancia,
Sugiriendo frescura y templanza
Donde esas cosas no había.
La tarde se vaciaba de almas,
Las camas recogían los cuerpos
Aturdidos por la infernal calor.
Yo miraba desde la escala
De entrada a mi casa
Como las aves escondían sus plumas,
Los alacranes huían a sus cuevas,
Ni las lagartijas se exponían a la canícula.
En la altura, como un punto negro,
Un cóndor desafiaba el infierno
Volando en círculos, quietas las alas,
Sabedor que en alguna parte
Moriría un ternero, un ave,
Incinerados sobre la pampa.
Cierro hoy los ojos y me veo niño
Intentando comprender la historia
Del desierto, el por qué tanta muerte
Donde hay escasa vida.
Rememorando esas horas entiendo
Que encogido de nostalgia
Mi cuerpo no descansará bajo esa tierra,
Que la muerte en estos lares me espera.

 

SUEÑOS SIN DESTINO
 
Soledad, la moza más linda
De la aldea sueña con un forastero
Que la rescate de ese pequeño infierno
Y la lleve donde la vida tiene risas,
Bailes, riquezas y locuras desconocidas.
Pero va viendo como la piel se aja
Igual que el cuero de los tamboriles
Que en la fiesta religiosa tiemblan
Percutidos por las manos de los muchachones.
Mira a su madre y a su abuela,
Encogidas como fruta seca
En el rincón cercano al fuego,
Apagados los ojos, los cuerpos
Olvidados del deseo.
La tristeza le adormece el alma,
Las manos buscan un pañuelo
Que por la mejillas corren
Lágrimas de negro desconsuelo.
Sabe que nada pasará,
que no habrá dulce destierro,
que morirá  gimiendo su tormento
En los solitarios cementerios pampinos.
Mas no cierra la esperanza,
Mira hacia las quietas nubes
Y vuele a abrir la puerta  a sus sueños.






NOSTALGIA, AMIGO

Nostalgia, amigo, de mis tierras
Pampinas, de la arena, el cabrerío.
Cuando el corazón serena su paso
Se me vienen a la mente el desierto,
La interminable  pampa,
Los cerros a lo lejos entorpeciendo
La mirada hacia otros valles, otros cerros.
Linda era la hora del regreso
Del cabrero guiando al ganado,
Paso lento, como las horas allí, 
Que nada, nadie tiene apuro
Donde la vida carece de bríos.
Una mujer recorre el camino
Con la cabeza gacha,
En una mano un bulto,
En la otra un taciturno crío.
Pocas con las alegrías en esos
Lugares, de pocas casas y muchos ranchos.
Pobreza, eso sí  que hay, amigo,
Hambre y frío. Escaso es el pan,
La carne, el vino.
Triste vivir por esos lares,
Triste la vida del minero,
Desolado existir el del pampino.
En su dolor, cada hombre y mujer
A veces cantan en alguna fiesta,
O en una tarde de soledad.
El charango y la quena penetran
En su sangre y por un momento
Se acercan a lo sagrado,
 A sus dioses, a la Pachamama,
Amante diosa que no los olvida.
Sí, mi amigo, que en lo más hondo
De la angustia, sabe cantar el nortino.
 


LA TARDE

La tarde de enero esparce
Sombras sobre el caserío
A la entrada del desierto.
La pampa se adormece
Lenta, como un pesado río
De lodo y escombros.
El canto de un niño se alza
En el aire como el timbre
De un campanil pueblerino.
 









Carlos Eduardo Saa, nacido en Vallenar, Chile, es un poeta de larga trayectoria, gestor cultural y tallerista en la ciudad de Valparaíso.

 http://escritor-en-baron.blogspot.com/