sábado, 2 de enero de 2016

BAR UNION CHICA



Carlos Eduardo Saa


Es la hora del poeta, de la introspección,
de luz y tristeza.
Espejean de lluvias las calles.
Los edificios parecen fantasmas estáticos
en la cercana distancia.
Nueva York 11, tu puerta bate hacia
charlas que destilan ansiedades,
dolores, locuras, alegrías mías y ajenas.
Dejo afuera la ciudad,
Wenche bendice el vaso solidario
con la húmeda nostalgia del hijo de la selva,
el bueno de Rolando Cárdenas.
Bajo su eterna boina encuba bellas poesías
sureñas, palabras que saben
a curantos, lluvia, borrasca.
¿Por que, hermano Tellier escabas en el vino,
veneno atroz de tu congoja?
Ah tus aguaceros, ríos y muchachas
de tu Frontera que en ti canta
libertades de nubes y aguas.
Me dueles, Enrique Lihn con tu poema
quebrado entre el amor y la rabia.
Hoja a hoja, verso a verso intentas despojar
el peso que te aplasta el alma.
Es tu etrna busca de una imagen única.
Pero hoy, silencioso, en la mesa
de los poetas pareces un fantasma.
¡Vamos, vamos, patea otra vez lo que te espanta
y recibe mi sonrisa hecha de amistad blanca.
¡Eh Wenche! Escancia sangre negra de mi copa
que he contarte mis últimas horas
en esta mítica banca.
Mañana cambiaré el cemento por la playa.
Se me llenarán los ojos de agua y nostalgia.
Unión Chica, sólo semos añoranzas.
Vamos, Rolando, Enrique, Jorge, Teruca Hamel,
Coloane, Teofilo Cid, Cabrera Leyva.
Adiós adiós hermanos, parto;
he aquí la nave que envuelta en gasa
ha de llevarme a otro puerto
Adiós, adiós.
Triste, mi alma leva anclas.

 

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