“EL OTOÑO DE LOS PÁJAROS”
Poemario de Jaime Tapia Reyes
©
Iván T. Contardo
La relación hombre-mujer en “El Otoño de
los Pájaros” es de desencuentro. Los esposos o los amantes permanecen lejanos. Las
escenas que describen sus versos dan cuenta de la enorme soledad del ser humano.
Ellos no pueden entenderse, son unos desconocidos, distantes, que a veces, como
en “un batir de remos en el agua” intentan acercarse. No hay entre ellos
verdadero amor. Buscan un cobijo que no encuentran.
Como en el otoño, la estación triste en
que se desnudan los árboles, caen los pájaros, símbolo de vuelo, poetas y poesía.
En “El otoño de los pájaros” (página 53)
la vida es como una subasta en la que adquirimos cosas viejas y usadas, costumbres
ya gastadas, las ideas inútiles de nuestros predecesores. Estas ya no sirven
para relacionarnos hoy. Sin embargo, en medio de esa oscuridad se enciende una
esperanza: “Es difícil tantearnos en la oscuridad sin percibir la gestación de
las nubes” reflexiona el hablante. Precisamente en la oscuridad, al cerrar los
ojos, surge lo genuino del ser. La vida puede ser más simple, “que las hojas
caigan en cascadas sobre nosotros y dejar que el aire mueva sus dedos” La noche
es como un paréntesis; en el sueño se abre el subconsciente y se da a conocer
el verdadero ser humano.
Echemos una mirada a algunos trabajos de
Jaime Tapia que describen esa relación frustrada.
En “Por favor me alcanzas la sal” (página
8) la relación entre los esposos es tan distante como un océano. Ellos son caras
opuestas de una moneda en que su única comunicación es pedir la sal, acaso el
sabor que falta a esa comida insípida que es su relación.
Una imagen similar se observa en “Sentados
en el comedor” (página 24) Con lenguaje surrealista, los comensales miran su
reflejo en la ventana y se ven como cadáveres invadidos de una fauna
tanatológica de larvas, moscas y arañas. Aves oscuras están al acecho de su
muerte.
Tal vez la relación de pareja entre el hombre
y la mujer sólo sea un experimento fallido en el “Jardín del Edén” (página 32)
Son dos seres cuyo único leitmotiv es cumplir un deseo básico.
“Ahora que el espejo es un muelle”
(página 40) es un poema muy interesante, aunque de oscuro significado. De aquel
espejo que es nuestro interior más oculto, surgen unas manos que dominan y
cambian el rostro. Hay un mapa de las experiencias registrado en el subconsciente:
Muelle – espejo – rostros. Al acercarnos al muelle de la memoria alcanzamos ese
mar oculto donde podríamos descubrir el reflejo de un ser desconocido. Acechan rostros
cual máscaras ajadas.
El destino une a los amantes como si
fuesen una costura. Pero es un “amor culposo”. No hay fidelidad y el amante
quiere vengarse lanzando un maleficio dentro de un huevo puesto por una “Gallina
negra” (página 51)
Cuando el esposo muere, la viuda deja una
señal en el difunto a fin de reconocerlo más allá de la muerte. Si nunca se
conocieron, menos podrá hacerlo en otra vida. “El clavel” (página 57) es la
señal artificial. Quizás alguna vez, en algún lugar, real o imaginario, puedan reconocerse
al fin, estos dos desconocidos, por una flor de plástico.