martes, 13 de noviembre de 2018

"LA MUERTE SE OCULTA EN UN DEDAL" / JAIME TAPIA

 

 

 

 
La muerte se oculta en un dedal
 
Mitad monja mitad ramera
la hemos sorprendido
con unas tijeras en la mano
y sólo atina a cubrirse
la entrepierna
con un libro de esoterismo
 
Sentados a contraluz
podemos ver la forma
de los senos de la muerte
 
Su rostro geométrico sonríe
no así sus demás rostros
sucesivos prometiéndose
que algún día aprenderán
otras danzas y otra música
 
La muerte se oculta en un dedal
ya que por las tardes acostumbra
a andar desnuda por la casa
 
Ahora ella nos mira
desde el orificio
de un carrete de hilo
Pues cree haber encontrado
detrás de nuestros párpados
un trébol de cuatro hojas
 
Jaime Tapia Reyes
2018
 
 
 
 


miércoles, 23 de mayo de 2018

"UNA MUJER DESNUDA ESCRIBE EN UN CUADERNO" / JAIME TAPIA

 

Les cuesta crecer
a los tallos de la noche 
La casa cierra los ojos
y piensa en sus antiguos moradores 
Un pájaro raya con el ala
la ventana de la buhardilla  
Una mujer desnuda
escribe en un cuaderno 
Y se mira de reojo
la cicatriz de una cesárea  
La noche penetra
las entrañas de la casa

 

Comentario.

Este poema está cargado de magia. Nos parece contemplar una pintura surrealista. Presenta la escena de una mujer desnuda en un espacio elevado e íntimo, como es una buhardilla. De pronto se siente el sonido similar a un rasguño. Es un pájaro que ha tocado con su ala el vidrio de la ventana. 

Afuera, en la oscuridad de la noche, lentamente crece la vegetación. La casa tiene vida propia y recuerda nostálgica a sus antiguos moradores. Tal vez no le agrada la presencia de esta escritora desnuda, que bien podría ser la modelo de un pintor en su buhardilla. 

Pero hay algo que le preocupa a ella, más allá de lo que escribe, y es esa cicatriz que dejó la cesárea en su bello cuerpo. Nada puede ser perfecto: la huella del parto en su piel es como ese rasguño del ave en su ventana. Siempre la oscuridad termina por invadir los espacios luminosos. 

Hay dos elementos que corren paralelos en el texto: la mujer y la casa. Ambos son femeninos y sufren la irrupción de un agente oscuro. Una, la huella que afea su piel; la otra, la oscuridad de la noche.  

Observemos que la mujer escribe en un cuaderno ¿Será su diario de vida o los poemas que le dicta la inspiración? Así como el ala de un pájaro raya la ventana y el bisturí del médico rayó su piel, ella raya el papel para escribir.   

La casa y la mujer son una misma cosa. No es la casa que cierra los ojos y piensa en sus antiguos moradores, sino la dama desnuda que recuerda a su amado. Su recuerdo es triste, una verdadera noche que penetra sus entrañas. Quizás esta mujer escribe acerca del abandono  y el término del amor, un motivo frecuente en la poesía. 

Podríamos decir entonces que este personaje representa a Calíope, la musa de la poesía, o a la Poesía misma que, desnuda, muestra sin tapujos la intimidad de sus sentimientos y observa siempre las huellas que quedan de sus heridas.

 

 

 

martes, 15 de mayo de 2018

EL CIELO EN MIS MANOS


 
 

José Ponce Vicencio
 
A mis padres
Ernestina y Alfredo 

Hundida en los brazos de un sinfín de montañas
imperio de mis sueños capital de villorrios
está Quebrada Alvarado en donde se dan cita los arcoíris
pasaje obligado de los vientos   en tus raíces coseché aventuras
el tiempo te olvidó y siempre de pie esperando la primavera

ahí escuché las aguas en su lenguaje de piedras
llamándonos en ruegos   manantial de palabras
en donde las horas no estaban presente y las sombras de los árboles jugaban
e iban lentamente para alcanzar los puentes
las montañas cuelgan del cielo donde el viento se esconde por las noches

ahí comenzaron los caminos de mi vida
corría descalzo para atrapar mis golondrinas   el sol fue testigo
Quebrada Alvarado es el centro mismo del origen de la vida
en donde mis padres nacieron del centro de la tierra   ahí donde nacen las luces
llevaba en mis bolsillos el sol y la luna
en donde dejé mis pisadas desnudas sobre los cardos florecidos
los lirios negros y rojos subían al firmamento
como lo hacían las parras cargadas de mieles
y las aguas de los arroyos soñaban con tener cuerpo de mujer

los árboles eran tan inmensos que se besaban cerca del firmamento
donde la noche se escondía en sus follajes
y el sol saltaba de rama en rama   las nubes quedaban atrapadas

muchas veces viajé en las alas de mis golondrinas
planeé en los trigales de oro y el cielo lo tenía en mis manos
en su calle polvorienta   desnuda   nos entreteníamos jugando
como si estuviéramos en los brazos de la luna

a orillas de los potreros tendidos los álamos se formaban
como soldados sublimes cuando van a la guerra
cerca de las chacras habían caballos celestes   vacas rosadas y verdes
las ovejas y las cabras se iban jugando montaña arriba a visitar las estrellas

en mis noches celestiales veía soles azules   osos de plata volando
que jugaban conmigo en el tejado de mi pueblito cordillerano
los pájaros con sus cantos escribían en el cosmos mensajes que hacía reír el sol
me gustaba ser habitado por el viento
y reír a carcajadas cuando atravesaba los cielos de mi aldea amada

caminaba desnudo entre mis lirios negros y rojos
gusanos y caracoles me daban la bienvenida
y en una pileta con peces de colores dormía la luna

a los pies del Roble en donde brota luz de las piedras   nacen Las Palmas
y que guardan entre sus follajes las huellas de mis padres
mi madre fue una heroína de una familia pobre
desde muy joven trabajó la tierra con sus manos
amasando dolores y el pan de cada día    es ella quien adorna mis días
mi padre fue quien le dio forma a los árboles y le hizo la silueta al sol

Quebrada Alvarado nido de mariposas
con ese trozo de firmamento que naces cada mañana
con un pedazo de sol en tus venas   besando el alba
en esta lejanía tan próxima que me haces temblar de ensueños
y que entre mis brazos te llevo   te vivo estando lejos

esa luna que alumbraba los senderos de seda
que parecían arrodillarse a nuestros pasos   el camino venía al arriero
mi casa estaba plantada en medio de un jardín de flores
y mi madre la adornaba con sus grandes ojos negros y su cabellera dorada
con sus caricias y sus besos hacía temblar la tierra

Quebrada Alvarado eres mi cielo del fin del mundo
mandamiento del amor   donde mis padres nacieron dándose besos
mis recuerdos como un tropel de mariposas de multicolores atraviesan la tierra

para subir al cosmos   tomé ese infinito camino de la cuesta de La Dormida
una rama llena de oro me besó mis mejillas
en donde La Vega dormía desnuda en los brazos de las piedras
un Venado hacía la guardia   y un manojo de estrellas acarició mi frente

Lo Castro    en su reino   con sus leones furiosos   soñaba
y muy arriba    en los manantiales   cerca del infinito
brotaba el agua como si fuera de oro
Colliguay estaba al otro lado del mundo
ahí viví feliz en los brazos de un sinfín de montañas
y en medio de gorjeos interminables sentí el delirante trote de la noche

Los Maquis dorados de oro pulido   guarda en sus montañas los caminos del indio
un mundo nuevo   de paisajes de ensueños   se fueron sucediendo
y fue así que llegamos al fin del mundo con una estrella en la mano
en donde las cabras salvajes tenían sus nidos
y las águilas con sus alas acariciaban mi pecho



miércoles, 5 de julio de 2017

EL OTOÑO DE LOS PÁJAROS


“EL OTOÑO DE LOS PÁJAROS”
Poemario de Jaime Tapia Reyes
© Iván T. Contardo
 
La relación hombre-mujer en “El Otoño de los Pájaros” es de desencuentro. Los esposos o los amantes permanecen lejanos. Las escenas que describen sus versos dan cuenta de la enorme soledad del ser humano. Ellos no pueden entenderse, son unos desconocidos, distantes, que a veces, como en “un batir de remos en el agua” intentan acercarse. No hay entre ellos verdadero amor. Buscan un cobijo que no encuentran.  

Como en el otoño, la estación triste en que se desnudan los árboles, caen los pájaros, símbolo de vuelo, poetas y poesía. 

En “El otoño de los pájaros” (página 53) la vida es como una subasta en la que adquirimos cosas viejas y usadas, costumbres ya gastadas, las ideas inútiles de nuestros predecesores. Estas ya no sirven para relacionarnos hoy. Sin embargo, en medio de esa oscuridad se enciende una esperanza: “Es difícil tantearnos en la oscuridad sin percibir la gestación de las nubes” reflexiona el hablante. Precisamente en la oscuridad, al cerrar los ojos, surge lo genuino del ser. La vida puede ser más simple, “que las hojas caigan en cascadas sobre nosotros y dejar que el aire mueva sus dedos” La noche es como un paréntesis; en el sueño se abre el subconsciente y se da a conocer el verdadero ser humano. 

Echemos una mirada a algunos trabajos de Jaime Tapia que describen esa relación frustrada. 

En “Por favor me alcanzas la sal” (página 8) la relación entre los esposos es tan distante como un océano. Ellos son caras opuestas de una moneda en que su única comunicación es pedir la sal, acaso el sabor que falta a esa comida insípida que es su relación. 

Una imagen similar se observa en “Sentados en el comedor” (página 24) Con lenguaje surrealista, los comensales miran su reflejo en la ventana y se ven como cadáveres invadidos de una fauna tanatológica de larvas, moscas y arañas. Aves oscuras están al acecho de su muerte. 

Tal vez la relación de pareja entre el hombre y la mujer sólo sea un experimento fallido en el “Jardín del Edén” (página 32) Son dos seres cuyo único leitmotiv es cumplir un deseo básico. 

“Ahora que el espejo es un muelle” (página 40) es un poema muy interesante, aunque de oscuro significado. De aquel espejo que es nuestro interior más oculto, surgen unas manos que dominan y cambian el rostro. Hay un mapa de las experiencias registrado en el subconsciente: Muelle – espejo – rostros. Al acercarnos al muelle de la memoria alcanzamos ese mar oculto donde podríamos descubrir el reflejo de un ser desconocido. Acechan rostros cual máscaras ajadas.  

El destino une a los amantes como si fuesen una costura. Pero es un “amor culposo”. No hay fidelidad y el amante quiere vengarse lanzando un maleficio dentro de un huevo puesto por una “Gallina negra” (página 51)  

Cuando el esposo muere, la viuda deja una señal en el difunto a fin de reconocerlo más allá de la muerte. Si nunca se conocieron, menos podrá hacerlo en otra vida. “El clavel” (página 57) es la señal artificial. Quizás alguna vez, en algún lugar, real o imaginario, puedan reconocerse al fin, estos dos desconocidos, por una flor de plástico.
 
 

miércoles, 11 de enero de 2017

LA SOLEDAD DE LOS POETAS


 

 

Va mi ruta desdoblada

por la calle Serrano,

recordando poetas

y escritores que recorrieron

el puerto en busca de ternura.

 

El olvido de los soñadores

y rápido y cruel,

rompe nuestras armaduras

y nos arrastra a la locura.

 

Ennio Moltedo,

¿quién te ve hoy por

Prat, Esmeralda,

en la Plaza de la Victoria?

Eres alma errante, solitaria,

al igual que Neruda,

Sara Vial, Hugo Zambeli,

Renán Ponce, Tote España?

 

Nadie nos mira a los poetas,

somos fantasmas,

almas ocultas tras la niebla

de la indiferencia cotidiana,

del dinero, la bohemia

inculta de hoy,

y de alguna infamia.

 

Dime, Ennio, dime Pablo,

hay en el cielo de los vates

un bar donde beber

la alegría de ser maestros

de la palabra?

 

¿Están allí el Bar Alemán,

El Roland Bar, el café Riquet,

El siete Espejos, El Yaco?

Necesito saberlo, que si allá

no hay nada, servirá

de poco la muerte,

más valdría seguir

sufriendo en esta vida,

 

que poetas sin bares

ni prostíbulos

somos barco a la deriva.

 

Carlos Eduardo Saa

Cerro Barón, Valparaíso.

 

 

 

martes, 20 de diciembre de 2016

REVISTA "POESÍA MADERO" Nº1




Parte del contenido de este número de POESÍA MADERO.


CARDENALES / CARLOS EDUARDO SAA

 

Te vi caminando por los zarzales

llevando cardenales en las manos,

La mirada suave, en horizontes,

Luz de luna en la altiva frente.

 

Supe de ti una mañana de otoño,

Cuando el sol apagó sus luces,

La lluvia desgarró la atmósfera

Con una desesperación nunca

Vista en mi tierra y otros lares.

 

Mi madre lloró todo ese día,

Oró los misterios que yo no entendía.

Tan solo musitó con voz quebrada,

Que en una cruz murió el alba.

 

Pasaron los años y en cada día

Como ese otro día, en mi casa

Ella encendió diez jazmines,

Puso mantilla negra sobre la cabeza

Y oró aquellos mismos misterios.

 

Mi madre esta mañana ha muerto.

Tremendo dolor dobló mis horas

Y fui al monte para llorar a solas.

Entonces te vi caminar por los zarzales.

Blanca era la túnica que te abrigaba,

 

Desde tus manos voló un cardenal

Para posarse sobre mis manos.

Con horror vi que un clavo lo atravesaba.

Te volviste a mi, sin palabras,

 

Con el sólo mensaje de tu mirada

Me dijiste que eso no era nada,

Es un regalo que hace mil años

Entregué al mundo, no temas,

Nada duelen, que si hubo quienes

Como tu madre comprendió el sacrificio,

La muerte transitoria está pagada.

 


OTRO  TIEMPO / DARÍO VALDEBENITO

 

Las ánforas del silencio rebasan su paciencia

y se vierten al lado opuesto de lo deseado.

El sol está desorbitando el brillo estival,

el mar ruge y azota sus lágrimas de dolor

y los corceles del viento aceleran su marcha.

Parece otro tiempo, un tiempo de locura quizás.

 

Lejos de aquí, en el territorio de las nieves

eternas

Los icebergs se hacen a la mar y se producen

los grandes deshielos

Mares y lagos contaminados con oro negro u

oro blanco, da lo mismo,

El daño es igual a la flora y a la fauna de nuestro

diario vivir.

 

Si, parece otro tiempo, un tiempo de cordura tal vez

de la Naturaleza, que nos avisa o nos pasa la cuenta.
 
 
 
 
¿POR QUÉ LOS MUERTOS NOS HACEN LLORAR? / ELENA MONTANER
La oscuridad del cementerio oculta la sobria tierra
que guarda tantos reclamados por el tiempo
Guardianes invisibles vigilan  tumbas que no parecen tumbas
sino solo rectángulos de cemento sobre  el pasto
En el aire aún vibra el sonido de  rezos y letanías
que aprovechan el momento para gritar penas antiguas
 
Es  una catarsis teatral  en esta escena repetida y perpetua
de tristeza obligada porque los muertos nos hacen llorar
 
No queremos soplar las palabras que yacen moribundas
débiles como palomas que perdieron su nido
La mirada se recuesta  entre tantos rostros inclinados
preguntándose las razones que tiene la Vida
para cerrar compuertas y levantar barreras en el sepulcral tiempo
 
¿Por  qué los muertos nos hacen llorar si están quietos y mudos
incapaces de levantar espadas o lanzas bajo  tierra?
Pero sus ecos tienen poder sobrehumano
para herir el alma sin que lo quieran
Perdemos la mirada en el largo camino hacia ese cuerpo
vacío y quieto como escultura antigua
mirando indefenso la soledad que lo espera
 
Vamos, vamos al sepulcro y rociemos las cáscaras con sal
para asegurar la permanencia un tiempo más
No queremos alejarnos de esta etapa
no queremos irnos ni dejar lo conocido
Queremos seguir llorando lágrimas interminables
como un collar que colgaremos en las cruces de hierro
o en las puertas oxidadas y chirriantes
Colgaremos las flores una vez secas como adornos recordatorios
para no olvidar la dirección y volver a encontrarnos
en ese baño de recuerdos y conversaciones obligadas
en ese velatorio lloroso
recostada en su hombro fuerte

 
LA LLAVE DEL LLANTO / FRANCISCA AVARIA

 
Fulgentes candiles

alumbran la noche

Las brillantes cruces

en el cielo se esmeran

en iluminar a los hombres

en verles felices junto a sus hermanos

paz y armonía reinando

en la tierra que muestra

su cara de alegres sonrisas.

 

Parece perfecto, mas tras bambalinas

se muda el escenario

se oscurece el mundo

y hay tantos llorando

en submundos tristes

es la otra cara que se esconde

amarga.

Es desigualdad que hiere, que araña

y se esconde amarga

 

¿Por qué no podemos

como quiso Cristo

cerrar la llave del llanto

y abrir la otra, esa que brillante

a todos iguala?

¿Por qué pintor

no quieres pintar angelitos negros

si también son bellos

con su alma blanca?

 

Como duele el hermano

que no haya en su tierra

el pan que alimente a sus hijos

que gimen de hambre

y emigra a otros mundos

se arrodilla y ruega

le tiendan la mano.

Junto a él pasamos sin verle la cara

y no me comprometan al verme

sus ojos.



LA MUJER EN LA PLAYA / JAIME TAPIA

  

Todas las noches, desde que compró en una feria de antigüedades el cuadro con la mujer de cabellos dorados y torso desnudo, adentrándose en el mar...

 Después de apagar la lámpara del velador, el viejo siente una brisa marina y una piel húmeda y una respiración agitada y una cabeza de larga cabellera reclinarse en su hombro.



DOCE CANTOS EN HAIKÚS / LAUTARO ALCAYAGA


Loica 

Con un cuchillo

tu pecho encendieron

tu canto rojo.
 

 
Queltehue 

Siempre atento

en campos y distancias

tu, tañido gris.
 

 
Chincol 

En los naranjos

tus sinfonías cantan

el viento sopla.
 

 
Jilguero 

Eres el canto

de los bosques y valles

tus melodías. 

 
Diuca 

Tres chauchas y un diez

junto a los espinos

silbas al viento. 

 
Zorzal

Entre los cercos

perfumando el alba

Tu canto vuela. 

 
Codorniz 

Cantas chancaca

entre las zarzamoras

y los senderos. 

 
Tordo 

Un centinela

observa en un pino

unas semillas. 

 
Yal 

flor de lirio

cantas desde el chagual

tu plumaje gris.
 

 
Chirigüe 

Abres tus alas

tu pecho como el sol

las teatinas. 

 
Golondrina 

Danzas y ríes

solo tu y el viento

entre la niebla.
 

 
Platero 

Como el azul

entre las manzanillas

el infinito.




TIEMPO / MARIO CÁCERES

Es parcelar el infinito:

Es cuestionar la eternidad

Darle a la vida o existencia

Un plazo fijo: simbolizar

La brevedad.

Un segundo llega a ser un siglo

Si el dolor se alberga en lo carnal

Y un año luz sólo un segundo

Al medir la inmensidad
  

HUELLA PETRIFICADA / IVÁN T. CONTARDO

Madura en el dolor. Allí resuma su fruto. Es una letra que llega al abismo, quejumbroso tatuaje.
 
Cuando todo ha sido consumado y no es posible cambiar el rumbo,
ella permanece petrificada en el fondo de las rocas.
Es huella de Dios.